miércoles, 3 de octubre de 2012

Los maestros



Los maestros son mediadores. Transmiten a otros, sobre todo a quienes son mas jóvenes que ellos, lo que han experimen­tado y aprendido y lo que han adoptado de otros maestros y seguido desarrollando de tal modo que lo han hecho suyo.

Entre los maestros y los que de ellos aprenden existe un desnivel; pues el maestro da y los discípulos también. Si ese des­nivel es aceptado y los discípulos honran y respetan al maes­tro, pueden aprender el máximo con él. Y él podrá darles el maximo. Quien aprende sabe que está subordinado porque es el necesitado que espera y desea algo de su maestro. Si la relacion entre el maestro y el discípulo ha de servir inaltera­damente al conocimiento, a la experiencia y al crecimiento, ese desnivel y el comportamiento acorde a él son necesarios. El maestro no debe ponerse al nivel de los discípulos mien­tras estos todavía quieran alga de él, y el discípulo no debe acercársele demasiado y pretender medirse con el maestro. Pues si esto ocurre, el maestro se negará al discípulo y ya no le comunicará cosas importantes, sobre todo aquellas que solo se pueden confiar a otros en la más profunda sintonía. El maestro incluso podría despedirle, de manera que tendría que salir adelante solo y demostrar ante otros su superioridad sobre el maestro o al menos su igualdad con él. Este es un reto ante el cual uno puede crecerse, pero tambien fracasar. Fracasar sabre todo si los que quieren aprender de él cono­cen y respetan a su maestro.
Por eso, al discipulo le corresponde reconocer y asumir la dependencia mientras aprende. Es decir, mientras aprende es, en cierto modo, pequeño. Pero en cuanto ha aprendido lo suficiente, llega el momento en que debe separarse de su maestro. Entonces hace sus propias experiencias, se convier­te quizas a su vez en maestro y transmite a otros lo que su maestro le ha enseñado. Al mismo tiempo, lo aprendido de esta manera tiene que verificarse en la acción concreta, pues solo en el hacer y en el exito propio se vuelve patrimonio per­sonal. Esto le será tanto más cil cuanto más vinculado inte­riormente permanece a su maestro. Entonces éste estará dets de el con ánimo benévolo y le prestará apoyo y ayuda, aun cuando haga algunas cosas de forma distinta a como las hace él; lo mismo que detras de un padre o una madre permanecen benevolamente presentes sus propios padres cuan­do ensenan a sus hijos. Porque entonces los hijos pueden tomar de sus padres con mayor agrado lo que estos les dan y transmiten.
Pero del mismo modo que los hijos pueden tomar poco de los padres si se ponen por encima de estos, así Ie sucede al discipulo que se eleva sobre el maestro nendole el respeto. Poco tomara de él.
Pero tambien nos encontramos a maestros totalmente distintos, aquellos que nos aleccionan siendo diferentes a nosotros e incluso combatiéndonos. Sin abrirnos directa­mente a ellos, vemos que debemos crecer en el roce con ellos. Si los aceptamos acabaremos aprendiendo de ellos lo decisivo.
También Dios o lo divino o el mundo tal como es nos intruyen a su peculiar manera, siempre que los afrontemos absolutamente desnudos, sin defensa, expuestos a ellos a la vez que concentrados. Nos enseñan a través de su existencia, nos quitan nuestro saber orgulloso, nuestra curiosidad, nues­tros suos, nos conducen hacia una noche oscura donde el viejo saber pierde su valor, y es precisamente así como nos atraen a su cautiverio y su servicio
Pensamientos divinos. Bert Hellinger

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